domingo, 12 de febrero de 2017

El Barquero

               ¡Maldito seas barquero!, si hubiese tenido la oportunidad de evitarlo no te habría dejado zarpar. No volveré a verte, es lo peor, tu olor, tu tacto, tu ayuda, tu compañía. ¡Joder!, me inunda la pena, pero no lloraré más.
                Te busco desesperado entre ropa, cajones y armarios. Lo intento a través de manualidades, cuadros y pinturas, pero el acercamiento es fugaz. Te encuentro en fotos, pero no estás. Cierro los ojos y te imagino sentada, leyendo, escribiendo, esa hermosa letra que jamás veré una igual. Tu desolado sillón anhela el sonido de tus pasos, mientras los libros, huérfanos de lectura, disimulan petrificados unos sobre otros.
                Por suerte tropiezo contigo cuando menos lo espero. En la soledad de ese uno después de haber sido dos, pero nos duele. En los rostros sinceros que te recuerdan cuando me ven.  En la huella pedagógica de miles. En los que recuerdan una tiza volando y una bata blanca. Y en mí, sobre todo en mí.
                Incluso aunque no quiera aquí sigues, coexistiendo conmigo. Cada día algo que sale de mis labios evoca tu memoria. Me detengo, medito, por momentos me siento tú. Filtro, le doy mi enfoque, y la mayoría de las veces me pongo triste. La nueva me mira y sonríe para que se me pase, en el fondo sabe que hay algo que se le escapa.
                Tu sustituta no es lo mismo, ni mejor ni peor, es otra historia de amor. Por un breve tiempo os compartí. Cuando coincidíais yo guardaba silencio, observaba la instantánea con la satisfacción de haber completado el círculo, deseoso de que ese momento perdurase para la eternidad.  Si la hubieses conocido más habrías claudicado a sus encantos.
                Cada día pienso en vuestra relación, fantaseo con la interminable paciencia con la que me ayudarías a enseñarla, con la sonrisa que se te dibujaría con cada trastada o la forma en que encauzarías su curiosidad. Es hacendosa, inquieta, viva, despierta, ingeniosa, cariñosa, pícara y presumida, es una tortura no poder disfrutar de vuestro amor.
                Algún día me las veré con el barquero, alguien lo increpará, pero ahora soy yo el que lo maldice. ¡Maldito seas y mil veces maldito barquero!

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