Cada noche, acurrucado
en el fondo del ropero fantaseo con que mi madre, al volver del hospital, me dé
el último tirón y me ayude a salir del armario, el clásico alumbramiento gay
con dificultades. De esa manera, no le reprocharía su cinismo cuando se congratula de lo bien que hace su trabajo, de lo gratificante
que es ver la mirada de orgullo de una
madre, de oír el grito de liberación de un niño o de presenciar el momento en que madre e hijo se
conocen por primera vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario